El proceso de la caligrafía requiere destreza y dominio de movimientos de diferentes grupos musculares; no solo se trata de la coordinación de la mano con los dedos para la ejecución adecuada de los trazos, sino que intervienen los órganos sensoriales a través de la percepción visual. Su aprendizaje supone la capacidad
de reproducir signos organizados para dejar un registro gráfico.